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Gaia-BH3 -Misión al infierno-

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  Había llegado el momento de la verdad para Noah Hansen, el primer piloto danés al frente de una nueva misión de exploración. La misma llevaba por nombre Hope. Corría al año 2075 de la unificación. Un reducido grupo de hombres y mujeres estaban a bordo de la nave Horizonte. Se dirigían al encuentro de Gaia-BH3, un agujero negro supermasivo de proporciones épicas. ¿Su distancia a la Tierra? Cerca de dos mil años luz, contando además con, aproximadamente, treinta y tres veces la masa solar de nuestro Sol.      El tramo final del viaje estaba siendo accidentado. Sin embargo no había daños serios a nivel estructural ni fallas en los diferentes componentes electrónicos, incluyendo la IA. Afortunadamente el motor de antimateria funcionaba prácticamente a pleno rendimiento. Sin embargo la tripulación, a lo largo de los años, había perecido. Según el historial de la Unidad Central de Proceso tal hecho aconteció al cruzar un denso cúmulo de polvo cósmico… Los fallecidos eran el geólogo ruso Iv

El alambique de los sustos

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Estoy sentado en esta antigua banqueta construida en una pieza entera de castaño. Al moverme responde, a destiempo, con pequeños crujidos. Tiempo y uso han gastado sus vetas casi tanto como martirizado mis posaderas. Quizás esté pidiendo a gritos su jubilación y es que son muchos años de servicio… Aquí me hallo, en esta banqueta que no es cualquier cosa. La misma que permite entrever capas de barniz solapadas unas encima de otras. Entretanto pegado a la cocina escucho plácidamente los leños consumiéndose entre silbidos y chasquidos. Olor difícil de describir, penetrante e intenso a la vez, maniático a la hora de impregnarlo todo. Se cierran mis párpados y creo estar en verano, a treinta grados pero no, el vaivén de la banqueta y los días cortos me trasladan al hoy.             Soy dichoso observando como arden los palos. Los haces de luz se alargan en cándida presencia, adoptando formas caprichosas y zigzagueantes sobre el suelo de terrazo. He puesto la mesa en la esquina, clareada por

Chantaje letal

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  Arán Fontaine entra en su despacho con rostro serio. Se le nota especialmente inquieto; alterado por un grave error de juventud que creía enterrado. Muchas décadas después de aquello los fantasmas regresan para atormentarlo en forma de vil chantaje. Una carta sin remite y una reclamación económica desproporcionada. La cuestión pasaba por saber quién podía estar al tanto de aquel suceso. Y ¿Por qué después de tantos años?…El despacho se ubica en la planta baja. Tras la puerta de corredera con herrajes se distribuye el elegante mobiliario de oficina. La iluminación natural la aporta una gran vidriera que a todas luces no desentonaría colocada en cualquier gran catedral.      El domicilio conyugal es una mansión de estilo victoriano. Su orientación sur aprovecha las horas de luz a lo largo de todo el año. Destaca no sólo por su innegable atractivo visual sino también por ser la única ubicada en lo alto de la colina. Nada de vecinos, ni para bien ni para mal. Por la parte trasera se alza

La musa de las coletas

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  El Umbral del Sueño Giovanni Ricci era, sin lugar a dudas, el escritor francés de origen italiano más exitoso en lo que al género del terror se refiere. Desde que su primera obra había roto los récords de ventas su nombre resonaba tanto en las librerías como en las mentes de quienes amaban lo tétrico y macabro. Sin embargo lo que pocos sabían era que su inspiración, aquella chispa que lo había encumbrado, hacía meses que lo había abandonado. Este hecho constituía una verdadera tragedia para quien como él vivía de la literatura. Desde entonces, el genial autor se encontraba en una espiral de autodestrucción. Cada noche, sentado frente al portátil, veía un abismo insondable que parecía agarrarlo del cuello para llevárselo a las profundidades del Tártaro. Para combatir aquel vacío habíase sumergido en una adicción que mantenía en secreto: la cocaína. Las líneas blancas eran lo único que, según su entendimiento, lo mantenían cuerdo, atándolo a este mundo. Su día a día terminaba llenándos

Nostrum terra

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  No sé cómo pudo empezar esta historia pero sí sé dónde fue. Arrancó en una ciudad protegida, al igual que otras muchas, por una enorme cúpula de energía refractaria. Era la única forma en la que los humanos podíamos vivir en este mundo devastado por las sucesivas guerras, tanto contra nosotros mismos como enfrentando razas provenientes de otras galaxias. A las afueras de la misma destacaban vastos campos verdes solapados entre montañas bajas y ríos caudalosos. En su conjunto formaban el único lugar de esparcimiento libre de contaminación.       Dicen que en algún lugar de aquella urbe; tal vez en un almacén, quizás en un sótano o a lo mejor en la parte trasera de un taller clandestino, alguien había creado un cíborg. Esas mismas bocas destacaban su gran capacidad de aprendizaje cuántico; su espíritu aventurero e indomable carácter. Respondía al curioso nombre de Cp40. Frisaría por aquel entonces los ochenta años pero cuando estás hecho de materia viva y componentes electrónicos la ed