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Mostrando entradas de agosto, 2024

El libro envenenado

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Hoy, igual que ayer, mi macuto viene repleto de mundologías. Emociones dentro de mí que extirpan de raíz cualquier mala praxis. Cúmulo de adversidades que en algún momento de la vida encapotaron la tranquilidad del que se sabe sufridor. Mas parecen haberse disipado razones y razonamientos a tales circunstancias. No soy el mejor ni aspiro a serlo así como tampoco la araña es consciente de su prisión de seda.             Soy tunante nombrado gentilhombre, mayúsculo despropósito tal hecho. Gobernante del gemido; bogando en aguas mansas tan ponzoñosas como turbias. ¡Mi macuto! A la espalda lo llevo, cargado de culpas y pesos asociados a una larga vida. No obstante la noche y el día tienen cosas que callar y también sopesan lo suyo… Juegos malabares de pocos minutos en el semáforo de la esquina. Somos testigos pero no dejamos moneda. Yo, sin ser el mejor gano y siendo el peor ¡vuelvo a vencer! ¡Con o sin divisa!     ...

Advenimiento -tiempo de escuela-

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Qué lejos queda el colegio. Como para llegar a él en un abrir y cerrar de ojos. Cuanto más ando el camino éste más se empeña en estirarse como pulseras de goma. Cada paso me aleja del centro educativo. ¿Merece la pena ser consciente de ello? La ruta toma valor infinito si bien es así a ojos de jovenzuelo. Estoy en clase de geografía. Intento señalar en el mapa que cuelga de la pizarra un punto concreto. No lo sé hacer; no sé ubicarlo y me quedo en suspenso, latente e inactivo… Oteo por la ventana a una mujer del rural que transita por la calle con paso apurado. ¡Qué envidia me embarga! Ella no se haya abstraída como yo. Sabe perfectamente hacia dónde va. En cambio yo no sé nada; mucho menos localizar un estúpido punto en el plano…             La profesora se impacienta, mis compañeros se burlan y yo me quiero morir al ser protagonista del ridículo del día. El ventanal es mi escape hacia la libertad, cosa que nadie podría entender. M...

Advenimiento -el hombre del saco-

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  Alguien me persigue así que huyo hacia la caverna de roca. Allí dentro las estalactitas crecen en el suelo; las estalagmitas salen del techo y el agua discurre a contracorriente… Confío en despistar a este inoportuno acechador que busca convertirme en lo que no soy. Cambio de tercio y me pongo a pensar… No recuerdo dónde he aparcado el coche. Creo haber estado medio día tratando de dar con él mas resulta misión imposible al tratarse de un vehículo corriente; amigo de las averías.             Me seducen las pequeñas y grandes calles llenas de gente. Calles angostas sin salidas cómodas marcadas por un intenso olor a orines. La plaza mayor está ahí, llena de piedras levantadas, pozas de agua, locales de mala muerte, bares de perdedores y tiendas con el cierre echado. ¡La vida misma!             Entonces me veo en la gran avenida. No ha cambiado demasiado en estas últimas déc...

Advenimiento -el recto camino-

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El camino está parcialmente pavimentado. Árboles a ambos lados, descuidados y retorcidos. Al final lo que semeja una catedral o lo que de ella queda. Cantos y cuatro tejas cuelgan de puntales podridos…             En su interior tal vez aguarden almas en espera de ser atendidas. Me pierdo varias veces en aquel lugar intrincado. Demolido sí, pero al mismo tiempo lleno de incuestionable belleza salvaje. Paso por adoquines gastados y ligeramente levantados. Dejo atrás piedras en los márgenes y piedras tiradas de cualquier manera en el patio. Cuento lo menos tres portales de hierro forjado que no sirven para nada. Veo una escalera que desciende, otra que algún día ascendió y sobre todo musgo a manos llenas…             Pero ya no, en este momento estoy perdido mientras subo, sin saber el porqué, una colina de tierra desnuda. ¿Qué me impulsa a tal labor? Es que no recuerdo haber lleg...

Advenimiento -la lenta agonía del olvido-

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La ciudad está completamente destruida por las bombas que incesantemente caen desde las mortales alturas. Si no las cuento por docenas no cuento ninguna. Anhelos, ideas y proyectos de futuro quedan incinerados en un instante. Proyectiles que a todas luces ya no pueden hacer más daño porque nada queda en pie. Soy líder de los supervivientes y ahora mismo los guío a través de alcantarillas repletas de ratas, cadáveres y olor a muerte. Creen ciegamente en mí porque me ven como el salvador venido de la desesperanza. Si supiesen que yo tengo mucho más miedo que ellos…             Tal vez sus expectativas, las pocas que puedan quedarles, los empujen a creer ciegamente en algo. Una suerte de esperanza que late intensa hasta que deja de hacerlo. En realidad yo soy incapaz de salvar a nadie, ni siquiera a mí mismo… Sin embargo aquí estoy. Último bastión al que aferrarse con uñas y dientes cuando todo lo demás se ha fraccionado. Yo, impostor ...