La grúa
—Don Rogelio ¿se
encuentra bien? Don Rogelio ¡despierte!
Poco a poco vuelvo
en mí, otorgando formas y colores a aquello que tengo delante de mis luceros. Éstos
se desperezan paulatinamente, distinguiendo entre esas formas a una mujer anciana
hablándome con vocablos metálicos y lejanos.
—Don Rogelio, ¿quiere que avise a alguien? —Su
voz suena cercana y más natural a medida que mi cabeza regresa...
—No gracias, no es menester —replico,
levantando del suelo mis octogenarios huesos.
El cielo está rojo intenso, concentrándose las
nubes en círculos estrechos y alargados. Entre éstas se dispone un espacioso
agujero oscuro del cual salen intensos fogonazos lumínicos. Todo tan confuso y turbador.
Echo otra visual a lo de cerca y a lo de lejos y entremedias vuelvo a palpar mis
carnes. Efectivamente es mi cuerpo pero ¡demonios! No puede serlo ¡es
imposible!...
Ante mi persona un camino mal parcheado y este
intenso viento que enreda los cables de la luz. Otra vez mi angustia a no sé
qué; resbaladiza como ella sola hasta clavarse dentro de mi pecho. ¿De verdad éste
soy yo? ¡Sí y no!...
Mi lento caminar de huesos quebradizos. Llego
al punto cero, sí, al origen del evento y de eso me acuerdo. No obstante sigue
siendo la cosa tan indeterminada…
Ambiente frío, viento silbante, lluvia seca,
tráfico escaso y personas igual de escasas. Poco de todo y nada de mucho. Mi
vida pasa a ser aire atragantado, pedazos de otras vidas rotas y arrancadas de
cuajo para ser pegadas a la mía...
Voy hacia aquel manojo de hierros oxidados. Mi
memoria desmemoriada calca a la perfección cada uno de sus recovecos y cada uno
de sus tornillos. Entonces una fuerte ráfaga hace que se menee; cruje y se
lamenta en su idioma metálico.
Deja en el ambiente mil y un quejidos antes de
perder estabilidad. Los contrapesos ceden y la corroída estructura se viene
abajo, desplomándose a mi paso. No sé las toneladas que me vienen encima pero
si sé, porque las siento, que mis artríticas piernas tiemblan como las de un
niño asustado por sus terrores nocturnos.
Me golpea la sien de refilón y de nuevo me veo
abocado al suelo, reconocible sí y no en cada centímetro. La sangre emana de la
herida mortal y mortalmente la noche se clausura sobre mis párpados.
Aquí yace este fiel servidor de ustedes, contemplándose
inerte, desfallecido y aún en tal tesitura mi lucidez vomita legiones de
recuerdos abstractos. Trozo de tierra atemporal, usted desdichado señor
fallecido y no fallecido; observando en primera persona mi propio cadáver
¡velándolo!
Respiro como si en cualquier momento fuese a
terminarse el aire o al menos la ración que me toca. Enseguida intensos zumbidos
sacuden mis oídos de forma tan intensa que debo cubrírmelos con las manos. Antes
del siguiente acto caigo redondo al suelo...
Una mujer mayor
me habla.
—Don Rogelio, ¿quiere que avise a alguien?...
—No, gracias, no es menester —replico,
incorporándome a duras penas.
Debo contemplarla quedamente, sintiéndome forzado
a ello y un mal presentimiento me abate. Vuelve el ruido resquebrajado, los
hierros oxidados y los pernos a doblarse como mimbres. Éste que les escribe en
medio, mirándola acongojado, frente a ella confrontándola como a un pelotón de
fusilamiento. El viento sigue emperrado en lanzar su puño contra su estructura
metálica. Finalmente cede y la grúa se viene abajo. Golpea el suelo violentamente
y yo… pierdo la cabeza.
Una mujer casi
tan joven como yo me habla, sin dejar de presionar la herida.
—Rogelio, he avisado al capataz ¡aguanta! ¡Aguanta!
¡Ya viene la ayuda!
El cielo ha comenzado a adquirir una singular tonalidad
rojiza, muy intensa. Las nubes parecen apilarse en círculos estrechos y
alargados sobre un extraño agujero oscuro ubicado en el centro de la bóveda
celeste. El frío envuelve mi juvenil piel, lo noto al instante e instantes
después pierdo el conocimiento por enésima vez…
—¿Quiere que avise a alguien?
¡Qué peregrina
realidad! Mis ojos se desperezan hasta distinguir una mujer mayor platicándome con
voz metálica y lejana...
—No gracias, no es menester —replico, levantando del suelo mis octogenarios huesos…
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