OníriKa -Madrugada del domingo-
Se
acerca la decadencia en estas últimas horas de la madrugada. Santa fe del que
negó hasta en tres ocasiones ser aquél, en busca y captura. Giran los sueños cismáticos
en largas horas de vigía, deteniéndose a pies del alba temblorosa. Albor de
tiempos dejados en casetas de obras y delimitados entre cuatro paredes de
contrachapado. Amantes andantes sin demasiados atributos amatorios, más
aburridos que un desfile de cojos…
Ahí afuera hace una rasca que mata. La siento
en mis huesos rotos, ruptura maestra sin necesidad de escayola. Frío tan
caliente que quema como tizones candentes. Me abrigo cuan personaje victoriano
para pasar esta calurosa empero fría noche de domingo…
Toda la semana se ha ido sin gracia alguna
para este ensoñador que perfectamente podría ser cada uno de vosotros. Me ha sacado
de mis casillas entre realidades y ficciones, creando modos alternativos para
ir sin necesidad de acudir.
No camino a llanto vivo ni lloro por ser
infeliz pues mi dicha trasciende, desdichada, varios pasos más allá de esta
pesadilla. Llorar de madrugada, montar a lomos de ella… ¡lloro por no tener
lágrimas!
Teclean melodías rumbosas y celestiales, coros extravagantes de querubines y serafines vitoreando a una voz. Si sus notas son agrias endúlzalas con sal y pimienta; si son dulzonas mézclalas con lima y limón…
No quiero léxico aprensivo ni espartanas vigilias
noctámbulas. No busco diócesis puras en su corrupción ni nuncio infecto en el desempeño
de su labor. Aquí es domingo y afuera rasca que mata. Tanto calor resfriado y
tan gélido aire sobrecalentado que se evapora mi sangre afrentada. Por veces
elevada a los tabernáculos y en ocasiones explorando alejada de la vía láctea.
Sube tan bajo y baja tan alto que desconozco como equilibrarla…
Mis ojos no escuchan; mis orejas no otean, mi
boca muda permanece sellada por el precinto de la traición. El tacto me guía y
la guía sin tacto ahonda en el sello de mis labios. Morirse no es una opción
permitida, sólo viviendo y respirando uno poseerá licencia para morirse…
Ahora que estoy cerca de obtener respuestas
los nervios me sobresaltan. Nervioso pero contenido encajo preguntas a golpes.
Intranquilo, meticuloso, perspicaz, cautelosamente estúpido, meticulosamente
indisciplinado e intranquilamente calmoso…
Más presión, más fuerza para el débil y más debilidad
para el varonil. Partidas lejanas sin adiós ni ademanes afligidos. Tierras cenceñas
e infecundas rodeando manantiales crecidos en inmundicia.
Hechos y acontecimientos cohabitando en sacras
lisonjas, devorándose desde lo hondo del deseo. Rómpete cuerda y cuéntanos la paradoja
del abuelo que nunca fue nieto…
La noche cuelga del cénit, dejando a un
extremo de la madrugada remolinos de limo. Primero y segundo haciendo, en notoria
controversia, equipo por separado. Domingo para rendir cuentas; domingo apresurado
desde primera hora. Y es así porque desea saber a dónde lo transbordará aquello
traspapelado en lo recóndito del subconsciente…
Mentes sobrecogidas por la sobriedad de aristócratas
sibilinos. Yo, demasiado ebrio para estarlo y muy poco borracho para verme lúcido.
Me enamora la lluvia cuando no llueve…
Ojos que no escuchan, oídos que no ven, boca
que no habla e impresiones vehementes. Tinieblas y terrores nocturnos aparecen nuevamente
en mi alcoba. Sueños sin apellidos, sueños que me vuelven tarumba pues poseen,
en realidad, cero visibilidad…
Esperpentos sin dicha o musarañas aceleradas
por naturaleza. Realmente así son cada una de mis madrugadas; rápidas como
caracoles y veloces como tortugas en tierra. Destino inexorable en el tintero,
volcado sobre papeles de últimas voluntades. Con la pretendida llegada del día
terrores y amenazas placenteras. A lo mejor se metamorfosean, cambiando de
tercio al tiempo que alzan banderas blancas hechas de telas sanguinolentas…
Me lío la manta a la cabeza al ser domingo. Domingo
colgado con pinzas a un calendario tallado en la roca, al igual que la ciudad
de Petra.
Colorín colorado estas ensoñaciones se difuminan.
Esto lo agradezco hincando rodilla en el suelo. ¡Qué frío hace! ¡Cómo aprieta
el calor! Viento helado y Sol enfurecido…
¡Dios! ¡No! ¡No puede ser! ¡Por allá viene la «Madrugada del lunes»! Me ha encontrado… Y entonces recuerdo, mi condena jamás terminará pues he quedado atrapado en este nido-bucle de sueños y pesadillas…
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